Cercas, Picasso, la mentira y el exilio
- Carlos García Hernádez
- 18 nov 2021
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 2 dic 2021
CARLOS GARCÍA HERNÁNDEZ en colaboración con Café y Micro.
Como reflexiona el galardonado y reconocido novelista español Javier Cercas en su columna del domingo 14 de noviembre de 2021 en El País, “cada vez que concluye un periodo traumático, los seres humanos tendemos a mentirnos sobre nuestro pasado”. Un periodo traumático fue para España el otoño de 2017 en el que se fraguó el procés catalán. Por entonces, los mismos que ahora reniegan de lo acontecido y sentencian su probado fracaso, estaban a favor del movimiento unilateralista y autodestructivo que acabó con nueve líderes independentistas en prisión y varios ‘exiliados’. Estos seres humanos se mienten a sí mismos, porque intentan curar la herida de su apoyo a la causa renegando de ella. Otros periodos traumáticos se cerraron en España durante la transición, que vio terminar la dictadura, y en 2011, cuando ETA anunció el cese definitivo de la lucha. Las mismas personas que, en el primer caso se mostraban antifranquistas y pro demócratas, y en el segundo caso celebraban el fin de la violencia y condenaban enérgicamente el terrorismo etarra, se habían acomodado a la vida en el totalitarismo dictatorial de Franco sin mostrar resistencia o aire de revolución alguno y apoyaban la lucha de la banda terrorista celebrando las bombas contra los aparatos del Estado, respectivamente.
Circunstancia extrapolable a las fronteras españolas, pues en Francia la suma de la población liderada por Charles de Gaulle estaba convencida de que participó de la resistencia antinazi durante la ocupación parcial del país por parte de los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, y no fue así, sino todo lo contrario. “Necesitamos la verdad”, afirma Cercas en su columna. Hacer frente al pasado y a los errores que lo conforman para no volver a cometerlos o para, simplemente, admitirlos. Algo comparable hicieron quienes, tras la derrota de las tropas de la II República, no de forma menos valiente que los que se quedaron en tierras locales, decidieron marcharse del país buscando una vida mejor, una alternativa y una continuación de la lucha para derrocar el dictatorial régimen de Franco.
Probablemente, alguno de estos exiliados se acogiera a la mentira al haber concluido un periodo traumático y se confirmara como resistente antifranquista cuando abandonó su lucha al asentarse en un país extranjero. Pero otros muchos no lo hicieron. Cada uno desde sus posibilidades combatió el régimen y las ideas fascistas: desde intelectuales que publicaban en periódicos españoles e intentaban influir en la comunidad internacional para que presionaran al régimen franquista hasta los brigadistas españoles que apoyaron a las tropas francesas y aliadas en la resistencia contra los nazis tras ocupar Francia.
Españoles que resistieron en los combates más duros y sangrientos de la Guerra Civil huyeron a Francia, donde muchos fueron recluidos en campos de concentración y donde otros se unieron a la resistencia enrolándose en La Legión Extranjera. A 150 de estos soldados españoles que consiguieron vencer a los nazis apoyando a las tropas aliadas desde la 9ª Compañía de la División Leclerc, conocida popularmente como "La Nueve, les pintó Pablo Picasso el cuadro Monumento a los españoles muertos por Francia (1947), expuesto en la cuarta planta del Museo Reina Sofía de Madrid.
Monumento a los españoles muertos en Francia (1947)
El encuadre, confeccionado por una multitud de elementos, forma una especie de altar, un homenaje, un memorial militar, como se puede leer, “aux espagnols morts pour la France” (A los españoles muertos por Francia).
Se diferencian elementos como la calavera con las dos tibias, que suele aparecer representada en los calvarios cristianos y con la que, probablemente, Picasso quisiera equiparar el sufrimiento de los soldados españoles con la pasión de cristo; “el busto laureado del soldado desconocido coronado por el gorro frigio, que simboliza a los soldados caídos en acto de guerra; la lanza; la bandera que habitualmente suele cubrir el féretro o el altar; la lápida con la inscripción dedicada a los héroes; y la corneta del ejército francés, cuyo sonido apasionaba a Picasso”.
El propio Pablo Picasso vivió como exiliado. Aunque instalado en Francia años antes de la Guerra Civil, pisó tierras españolas por última vez en 1934 y se prometió no volver hasta que se restaurara la democracia. Murió el 8 de abril de 1973 en la población francesa de Mouguins.
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